LAS NUEVE MUSAS (II)

Antes de los tiempos oscuros, de represión y sospechas por parte de los gobernantes españoles, las “Nueve Musas” y sus parientes escuchaban música europea, tal como podía escucharse en Salzburgo o en París, y bailaban las mismas danzas complicadas y barrocas que también bailaban entre sonrisas y suspiros sus equivalentes en Europa y leían, quizás con algún atraso de semanas o meses, varios de los mismos libros que los europeos. Solo se diferenciaban en que en el trópico no hay cuatro estaciones y el paisaje está lleno de fantásticas presencias que el tiempo ha mermado en el continente viejo. Y todo ese mundo deliciosamente inmutable les cambió de repente, cuando en su entorno estalló una revolución encabezada por sus parientes varones. En especial por su primito Simón Bolívar, que dejó de ser joven mantuano de manos finas para convertirse en el caudillo tropical, de manos finas, que después sería el Libertador. Las vidas y las muertes de esos personajes bien hubieran podido servir para que un novelista como León Tolstoi escribiera una gran obra, en la que podría reflejarse ese inmenso drama que fue el final del siglo XVIII y el comienzo del XIX en Venezuela, tierra que parece haber estado destinada a desangrarse para dar vida a casi una veintena de países, y que parió casi en un soplo a Miranda, Simón Rodríguez, Andrés Bello, Bolívar y Sucre, así como a esas “Nueve Musas” y sus parientas y amigas, que representan el valor, la entereza y el espíritu de sacrificio que aun hoy, cuando estamos entrando al siglo XXI, están presentes en la mujer venezolana, la mujer que es capaz de dejar de lado su tranquilidad y hasta su vida cuando la patria lo exige y lo necesita. Las “Nueve Musas” representan en la historia de Venezuela, y quizá en la de la América española, la dura transición de los tiempos casi felices (aunque solo para las clases dominantes) de la dominación europea a los muy poco felices (para todas las clases sociales), a pesar de la razón, de la Independencia. Bien pueden ser paradigma de la clase social que se suicidó en aquel parto telúrico e incompleto del cual salieron pueblos tristes, pobres pueblos. Les tocó pasar por los últimos días felices de aquel mundo en que vivían, y estrenar los más duros y terribles, aquellos en los que se destruiría todo lo que habían conocido y todo lo que habían disfrutado, para dar paso a un tiempo de guerra, de muerte, de destrucción, que debería haber sido el inicio de uno de felicidad, pero no lo fue.

En la antigua Roma, y en tiempos agitados, tan agitados como los fueron los de las “Nueve Musas”, existió una mujer, Cornelia, cuyos hijos, Tiberio y Cayo Sempronio Graco, también se parecieron a los jóvenes parientes de las Jerez de Aristeguieta.

Y sus nombres todavía se recuerdan.

FIN

LAS NUEVE MUSAS (I)

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