Escena idealizada de la Fundación de Caracas, obra de Tito Salas y ubicada en el Panteón Nacional de Venezuela.

EL VIAJE AL EDÉN

La expedición con la que finalmente los dioses barbudos ocuparon el hermoso valle que está al pie de la montaña cinética no se debió al acaso o a la casualidad. Desde 1548 empezaron a correr serios rumores de que en aquel valle de los indios caracas había grandes minas de oro que los indígenas cuidaban con furia. También tuvo mucho de aquellas marchas que llevaron a los europeos hasta Jerusalén para arrebatársela a los que consideraban indignos de ser los amos de aquellos espacios sagrados. Al fin y al cabo solo había pasado un suspiro desde aquellos días de las Cruzadas, y en la mente de muchos españoles estaba la idea de que habían atravesado el océano para redimir a los indígenas que aún no conocían el mensaje de Dios.

Mapa del Siglo XVI de la Isla de Cubagua

EL TANTEO POR ORIENTE (II)

Pero los traficantes de esclavos arremetieron también contra los curas que trataban de arruinar sus negocios. A fines de 1515 o comienzos de 1516 ya estaban los religiosos establecidos, y había en el lugar un convento franciscano y una iglesia, que fue el sitio en donde se hizo la primera misa en tierra firme sudamericana. Los dominicos se establecieron un poco más al Oeste, en Santa Fe, que en­tonces se llamaba Chichiribichí y hoy es apenas un pequeño balneario entre Puerto la Cruz y Cumaná.

Ruinas de Nueva Cádiz, en Cubagua

EL TANTEO POR ORIENTE (I)

Aquellos falsos dioses barbudos, con piel y cabeza de metal, viajaron hacia el Occidente para convertirse en señores, que no lo eran en España, y los señores tenían no solo riquezas, sino trenes de servidumbre para satisfacer todas sus necesidades. Por lo tanto, esos nuevos señores necesitaban esclavos, pero no solo para satisfacer sus caprichos, sino para hacer las fortunas con las que soñaban. Así nació en régimen de Encomienda de Indios, copiado de los señoríos medioevales y cuyo fin era “proteger” a los pobres indígenas, de paso, servir militarmente a la corona.

Fragmanto de mapa de Juan de la Cosa

EL SONIDO DE LAS SOMBRAS (I)

Venezuela, o Veneçuela, que es como aparece nombrada por vez primera en el mapa dibujado por el cartógrafo español Juan de la Cosa en 1500, cuando regresó a España después de recorrer las costas del extremo Norte de la América del Sur en la expedición de Alonso de Ojeda (1499), puede haber tenido varias fechas de nacimiento. Puede haber nacido cuando se unieron las partes que hasta entonces habían estado separadas y se creó la Gran Capitanía General de Venezuela, en 1777. O cuando a Vespucio se le ocurrió , si es que es cierto lo que se cuenta, aplicarle a un caserío lacustre el remoquete de pequeña Venecia, o Venecia venida a menos, o Venecia de pacotilla. O cuando los españoles pisaron por vez primera su suelo, posiblemente en Macuro o en algún lugar cercano, el 5 de agosto de 1498. O muchísimo tiempo antes, en una fecha inimaginable que se ubica entre brumas y tinieblas, cuando a sus costas o a sus tierras llegaron por vez primera los seres humanos, descendientes de otros que mucho tiempo atrás habían salido de lo que hoy llamamos Asia para atravesar el Estrecho de Behring, que entonces no estaba cubierto por las aguas, y luego dirigirse hacia el Sur e ir poblando día a día este inmenso continente que hoy, por un error histórico, llamamos América.