LOS VIAJEROS FORZADOS (I)

Desde tiempos perdidos en las brumas y los acantilados se ha dicho que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. Si eso es cierto, el buen padre Bartolomé de las Casas y sus amigos deben estar achicharrándose en la más tenebrosa de las pailas de aquellas regiones desapacibles, pero no por sus acciones sino por los resultados de sus acciones. Lo que ellos iniciaron como un movimiento humanitario, para salvar a los indígenas americanos de la cruel e inhumana explotación, se convirtió en un movimiento que llevó a la más terrible e inhumana explotación de los nativos de África, con lo que se inició uno de los más infames comercios que ha conocido el tiempo. Todo nació de esa acción bien intencionada unos pocos clérigos convencidos de que se estaban ganando el cielo al proteger a los buenos indígenas del Nuevo Mundo. Pero significó uno de los mayores genocidios de la humanidad, y uno de los peores casos de maldad que haya conocido el mundo. Incontables seres humanos fueron sacados de sus sitios naturales, encerrados, encadenados y forzados a emprender viajes en los cuales un altísimo porcentaje de ellos moriría, y los sobrevivientes quedarían condenados a no ser libres, a trabajar forzadamente para otros que los maltrataban y los explotaban hasta hacerlos morir. Madres separadas de sus hijos, padres separados de los suyos, hermanos separados de sus hermanos, esposos separados de sus esposas. Y todos tratados como bestias que apenas recibían lo indispensable para mantenerlos vivos y poder venderlos en los centros esclavistas. En el caso de Venezuela, la mayoría de esos viajeros forzados provino de los grupos Loangos, Congos, Angolas, Minas y Tari, de las actuales zonas de Angola y Congo, que cubre los viejos reinos de Loango, Kongo Dia Ntotela y Ndongo (García, Jesús, “África en Venezuela, Pieza de Indias”, Cuadernos Lagoven, Caracas, Venezuela, 1990, p. 75). Los primeros que llegaron a nuestras costas fueron traídos por los Welser. Hacia el final del año 1552 llegaron a Buría unos ochenta esclavos, y entre ellos se encontraba uno, al que le pusieron el nombre de Miguel, aparentemente nacido en San juan de Puerto Rico y “propiedad” de Pedro del Barrio, hijo de Damián del Barrio (uno de los fundadores de Caracas). Miguel logró convencer a un grupo de compañeros de infortunio y, con ellos, huyó a las montañas cercanas a fines de 1553. Pronto asaltaron el Real de Minas, en donde hicieron una matanza, y luego se hicieron fuertes en la zona montañosa. Miguel, que sin duda no tenía una idea muy clara de lo que debía hacer, se autonombró rey y coronó reina con toda pompa a su mujer, llamada Guiomar, y príncipe a su hijo. También nombró obispo a uno de sus amigos y, en general, creó un “reino” a imitación de las ciudades españolas. Para mantener su “estado” se dedicó al pillaje, y murió en un intento de asalto a la recién fundada ciudad de Barquisimeto, que fue defendida por cuatro Diegos de cuidado: Diego García de Paredes, Diego Fernández de Serpa, Diego de Ortega y Diego de Losada. Al poco tiempo todos los alzados cayeron en poder de los españoles y volvieron a su triste condición de esclavos sin que de aquello quedara otra cosa que unas vagas crónicas poco divulgadas y parte de una novela venezolana del siglo XIX (“Tres gotas de sangre en tres siglos”, de Tomás Michelena, 1890). No sería ese el único intento de los esclavos por liberarse de la situación en que los colocó el esclavismo. Jesús (“Chucho”) García (Op. Cit., p. 76) cita un caso muy posterior, en el que actuaron esclavos de Miguel Monasterios, Juan Frías, Gabriel Lovera, María Luisa Bolívar, Fernando Agudo, José María Landaeta y María Blanco de Villegas, terratenientes de los Valles del Tuy y de Barlovento, “grandes cacaos” de la parentela de Simón Bolívar y de muchos de los que participaron en el movimiento independentista y promovieron la eliminación de la esclavitud en Venezuela y en América. Destaca García que en ese intento participaron descendientes de esclavos provenientes de diversas naciones africanas, con lo cual se demuestra la relación interétnica que entre ellos se había establecido.

(Continuará)

AYÚDANOS A MANTENER ESTE SITIO

3 comentarios

  1. La compatibilidad del software de rastreo móvil es muy buena y es compatible con casi todos los dispositivos Android e iOS. Después de instalar el software de rastreo en el teléfono de destino, puede ver el historial de llamadas del teléfono, mensajes de conversación, fotos, videos, rastrear la ubicación GPS del dispositivo, encender el micrófono del teléfono y registrar la ubicación circundante.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *