Hay que señalar que la obra de Juan Pedro López no se quedó en las artes plásticas, pues es hermoso imaginar que alguna influencia debe haber tenido en la formación de su nieto, Andrés Bello, que tenía ocho años y nueve meses cuando murió su abuelo materno. Y Andrés Bello fue primera gran estrella de las letras venezolanas y, como tal, cultor de la única de las artes mayores que en realidad no se desarrolló en los tiempos anteriores a la Independencia, y que se iniciaría con él, el nieto de López. Varios pintores del siglo XVIII, de fines del siglo XVIII, se llamaban Landaeta. Discernir las relaciones de familia que tenían entre sí como que es más una labor para detectives que para investigadores y estudiosos de las artes plásticas. Por eso se ha usado desde hace mucho tiempo aquello de “La Escuela de los Landaeta”, que los arropa a todos y no define a ninguno. Juan José, Calixto, José María, Antonio José, Diego Antonio, todos Landaeta y todos pintores, parecen puestos ahí para enredarle la vida a quien quiera saber algo de pintura venezolana del siglo XVIII y principios de XIX, es decir, del tiempo en que la paradisíaca Caracas cayó en el tremedal explosivo de la Independencia, cuando todo estalló en llamas. Eran pardos libres y por lo menos uno de ellos fue músico. Varios de ellos exhibieron altos niveles técnicos, aunque quizás les faltó algo de creatividad para estar a la altura de sus pares de habla española y de su mismo tiempo. Las artes plásticas de ese tiempo no se limitaron a Caracas. Hay en otras regiones del país, especialmente en las montañas andinas, importantes cultores de la pintura que no pueden ser ignorados, como José Lorenzo Alvarado, de Mérida. Y también hubo un notable desarrollo de las artes plásticas en El Tocuyo. Otro artista notable, quizá el más notable de ese siglo, aunque vivió a caballo entre el XVIII y el XIX, fue Juan Lovera, nacido en 1778 y muerto en 1841. Historiadores y cronistas suelen llamarlo “El pintor de los próceres”. Alumno de uno de los Landaeta, es evidente que siguió la corriente que en su tiempo terminó imponiéndose: la de la Independencia. Desde el punto de vista de las artes plásticas no se puede decir que haya sido continuador de las tendencias que se imponían en sus días, y eso aumenta su mérito, porque fue el iniciador de su propio camino, que tenía que atravesar por las llamas que consumieron al país y pasar su antorcha a los grandes pintores del Siglo XIX. Y eso fue justamente lo que hizo. Son notables sus obras sobre el 19 de abril y 1811 y el 5 de julio de 1812, que lo colocan a caballo entre el Siglo XVIII y el tiempo de la Independencia. Son famosos sus retratos de Cristóbal Mendoza, primer Presidente de Venezuela, de José María Vargas, segundo Presidente de la Venezuela separada de Colombia, de Tomás José Sanabria, Nicolás Rodríguez del Toro, Lino Gallardo, etcétera. Es curioso que Lovera haya dejado un buen retrato de Lino Gallardo y a la vez haya tenido una relación cercana con Juan José Landaeta, pues uno de los dos debe haber sido el autor del Himno Nacional de Venezuela, y aunque un decreto lo atribuye a Gallardo, parece ser que fue Landaeta. Lovera fue francamente independentista y participó en la Emigración a Oriente de 1814. En 1822 actuó como Alcalde ordinario de Caracas y luego fue Concejal. Murió en enero de 1841. En cierta forma, su sucesor fue Carmelo Fernández, sobrino de José Antonio Páez y profesor de Martín Tovar y Tovar. Pero eso corresponde al Siglo XIX, cuando ya el país había pasado por el terrible incendio de la Independencia y vivía en la lenta quema de las guerras civiles, o inciviles.
FIN
