Carmen Clemente Travieso afirma que el entierro de Ponte y Hoyo salió de la casa de Las Madrices, y que el difunto vivía en ella, tal como don Francisco Carlos de Herrera; y Enrique Bernardo Núñez la identifica como “Madrices a Ibarras 1”, sin aclarar en qué momento cambió de propietarios. Luis Alberto Sucre informa que Ponte y Hoyo pasó los últimos días de su vida en “la casa de su amigo, Don Francisco Carlos de Herrera, de Madrices a Ibarras” y que de allí salió su entierro “con toda la pompa fúnebre que correspondía a su alto rango”. La información de Sucre, sumada al número 1, que implica acera Oeste y comienzo de la cuadra hacia el Norte, son la prueba de que la casa quedaba hacia el Norte del crucero, y no hacia el Sur, como parece indicarlo la colocación de la placa por el Centro Simón Bolívar, pero el Centro Simón Bolívar es una entidad gubernamental y las entidades gubernamentales de Caracas son capaces de barbaridades mayores, como eso de tumbar el Hotel Majestic o construir un conjunto antinatural de edificios, como Parque Central y, peor aún, llamarlo Parque Central. En cualquier caso, la casa quedaba en esa esquina, pero podría ser que estuviéramos hablando de dos, y no de una: La de los Herrera y la de los Madriz. La de los Madriz, que le dio nombre a la esquina, podría no ser la misma en la murió el gobernador, puesto que la habitaba, cuando murió Ponte y Hoyo, don Felipe Rodríguez de la Madriz, que la había heredado de su padre, don Domingo y de la cual nos cuenta Carmen Clemente Travieso que en ella, durante el mandato de su propietario “se celebraron (…) bacanales y fiestas que dieron fama no muy santa al sitio”, lo cual vendría a explicar, según las malas lenguas, el por qué se conoció la esquina como la de “las Madrices” y no como la de “los Madrices”. El pecado, cuando es de mujer, resulta más atractivo para la maledicencia. Parece haber una cierta contradicción en la noticia, porque a renglón seguido la crónica de doña Carmen afirma que “A la vieja casona, que era una de las más lujosas y hermosas, y la segunda en categoría en Caracas, fueron llegando los altos representantes de Su Majestad, quienes prestaron brillantez y prestigio a la mansión”. A menos que a la palabra “mansión” se le atribuya el significado que tuvo en la antigua Roma, de posada con burdel, lo cual, por cierto, no es el caso, no es fácil entender la situación, sobre todo si se piensa en que Caracas, como dijo Arístides Rojas, fue un convento.
La placa a la que me referí antes, una de esas que en el año 1985 colocó el Centro Simón Bolívar en las esquinas del centro de Caracas se limita a contar que “Aquí estuvo la casa del capitán Domingo de la Madriz, cuyas hermosas nietas, nacidas entre 1698 y 1712, dieron nombre a esta esquina”. Deben haber sido en verdad muy bellas, para que en su honor se le haya dado el nombre al lugar. Supongo que lo de las bacanales es un pequeño disparate de la cronista aficionada, o, a lo sumo, uno de los muchos cuentos que se inventaron durante las noches frescas de Caracas. Es más, no creo ni remotamente posible que las haya habido en el pacato Valle de Santiago, que, de paso, era un convento. A lo sumo unas putillas en casa de mala nota, pero en ningún caso en la esquina de Las Madrices. Ni siquiera en el Cuadrilátero Histórico. Para eso estaba la orilla.
Aun cuando el legítimo sucesor de Ponte y Hoyo (y de Berrotarán), don Fernando de Rojas y Mendoza, que fue gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela entre 1706 y 1711 encontrara tan relajadas las costumbres del pequeño valle que se sintió en la obligación de ordenar, por bando, “que después del toque de Animas se recojan todos en sus casas, “especialmente mestizos, indios, mulatos, negros libres y esclavos” y que hasta dicha hora, no estén en corrillo ni anden en tropa”. Pero una cosa es el andar “en tropa” y otra cosa bacanales. La tropa suele ser sinónimo de desorden pasajero, de fiesta de un par de días, a lo sumo, de locura que se olvida al día siguiente, cuando se pasan los dolores de cabeza. Y algo de locura había, pero no tanto.
FIN

Estupendo relato.
Muchísimas gracias por el comentario. Es una opinión que me interesa realmente.